Para verte de nuevo subiré hasta el Annapurna
Allí en lo alto reclamaré tu nombre con un grito;
Sostendré como a una hoja esos mechones color trigo
Jalándote del Paraíso otra vez a tierra firme.
Tal vez Dios se olvidase por completo
Sellar tu cuna novel con un candado fijo;
Así mis manos ciegas urgarían por las nubes
Buscando alguna cinta descuidada
Que aún fuera prisionera
De la impiadosa gravedad que te insistía
Volver volando hacia tu casa.
Para verte de nuevo subiré hasta el Annapurna
Clavaré primero una bandera para honrarte
Y así quedará en paz la Muralla con tu arte
Para que no codiecie un alma más el Funebrero.
Para hacerte de coraje escribisteis poemas a la muerte
¡Ah, mi noble! Ojalá esas manos le hubieran dedicado
Epopeyas a las mares inocentes
En vez de ese canoso asesino gigantezco
Que sepultó tus últimos suspiros
Bajo tierras de esquiadores.
Para verte de nuevo subiré hasta el Annapurna
Estiraré mis brazos en la atmósfera diurna.
Y si la puntita de mis dedos te tocase:
Pues con una frágil uña...
Yo el mundo engancharía a tus mochilas,
Para que el peso de esta tierra te jalase
Otra vez a tierra firme.
Para verte de nuevo subiré hasta el Annapurna
Y si aquella Cima escuchara mi lamento
Oxigenaré una vez más tu yerto cuerpo
Si el Cielo te trajese con ello a tierra firme.
¡Ah, valiente! Que tu mirada azul hiriente
Baje ya de ese etéreo escondite a tierra firme
Besando aquellas nubes añoradas.
A cambio de los tuyos
Le ofreceré mis organismos
A ese impiadoso Cirujano,
Que profesó cobardemente
Su improbatoria malapraxis
Con tus flameantes osamentas.
Para verte de nuevo subiré hasta el Annapurna
Hasta dar con una roca escarvaré la nieve dura
Y encima de su mole grabaré este verso insigne
Si con ello te trajese
Otra vez a tierra firme.
Degüello, 11 de septiembre de 2009
A la memoria de Iñaki Ochoa de Olza